domingo, 17 de abril de 2011

Mer

No tenía idea alguna de hablar francés, ni si quiera lo entendía, pero soñaba con dormir en París y mataba las tardes de los domingos escuchando a Edith Piaf y a Frehèl. Lo había intentado, pero el profesor de francés no terminaba de caerle bien y por eso dejó de aprender tan bello idioma. Si normalmente se sentía ridícula cuando hablaba en público, cuando lo hacía en francés muchísimo más. Esa niña era un completo desastre. Olvidaba dónde había dejado cosas que tenía en sus propias manos aún, lo típico, pero tan intensificado como el color negro de sus ojos. Reía como una loca cuando escuchaba a alguien tocar el acordeón, como si de un chiste se tratase, y no era por burla ni nada parecido, era como una chispa que la encendía. Era feliz. Iba desastrosamente mal en el colegio y ella con una sonrisita pintada en la cara le echaba la culpa a los franceses. ¡Cómo si ellos tuviesen la culpa! Decía que sí, convencidísima de ello, y si te reías fruncía el ceño seriamente y te miraba fijamente hasta que dejases de reírte. Yo le preguntaba mientras le revolvía cariñosamente su pelo cobrizo que por qué pensaba eso. Y ella, con demasiados rodeos y anécdotas innecesarias me lo explicaba. Nos daban las tantas hablando, pero apenas me importaba. Empezaba hablar de la Luna y el Sol, de lo mucho que se querían y luego así como dando un saltito atravesaba todo un universo y se centraba en el olor de las calles parisinas, de las pastelerías y de los cafés. Nunca había estado en París y ni si quiera leía especialmente sobre la ciudad, se limitaba a imaginársela con la información que todos tenemos porque sale en las películas y todo eso.
Y ella decía que no estudiaba porque era feliz, y eso era más importante. Amelie le enseñó que con un simple trabajo de camarera en un café se puede disfrutar de la vie, siempre y cuando ella encontrase el amor de su vida, tal y como Amelie lo había hecho, pero como ella ya lo había encontrado, era feliz, no estudiaba y vivía despreocupadamente.

Pero todos sabemos que del cine a la vida real hay un pequeño saltito en el que puedes romperte la crisma.

Suerte.

No hay comentarios:

Publicar un comentario