viernes, 15 de abril de 2011

Es un poco...

frustrante. De veras, me cuesta enfrentarme a la realidad. Y saco de mi interior fuerzas que ni si quiera son mías, entre tripa y tripa, en algún resquicio encuentro una especie de otro yo que duerme mientras tu me quieres y me estruja el corazón cuando no lo haces. No quiero que vuelva, porque no es parte de mi, algún día entró sin permiso o yo lo inventé para no ahogarme en mis propias lágrimas. Y así me levanto al día siguiente, con heridas que no recuerdo ni quién me las hizo, y con la memoria de mi verdadero yo vacía. Las manos con sangre seca me dicen que me he portado mal con alguien y ni si quiera sé por qué lo hice. Ni si quiera recuerdo qué coño tenía en la cabeza cuando hice eso. Es... como si no fuese yo. Me caigo y es como si me rompiese, como si esa doble yo estuviese dentro de una cajita de cristal muy fino y con cualquier toquecito se me escapase por cualquier fractura. Se me escapa y no sé como evitarlo, sería más fácil atrapar el océano entre tus manos que agarrarle a ella. Me paso el día buscando remedios pero no encuentro ninguno. Por eso me frustro, porque en el fondo sé que no puedo pararla, que seguirá creciendo y creciendo, a medida que me den mas golpes. Por eso yo miro a otro lado, a pesar de que quiera ver la realidad, quiero saber qué pasa realmente pero... todo me hace tanto daño. Tanto, tanto, tanto. Si quieres saber de cuanto hablo por qué no coges un cuchillo afilado haces una incisión en la zona del estómago te sacas el intestino y se lo pones en la boca a un perro, así para que juegue un poco. Para entrar en calor... ¿o no pretenderás ponerte directamente a recortarte el corazón?.

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