domingo, 15 de mayo de 2011

entre el cielo y el suelo

La quietud de la noche teñida de azul marino desprende efluvios costeros, cargando mi oxígeno de sal. Sal del mar que se adhiere a mi piel, cubriéndola poco a poco. Y tu silencio junto a tu mirada, todo eso que aún permanece al pie de cada recuerdo de mi alma, me inmovilizan. Quieta, muy quieta me dejo cubrir por un viento que arrastra fina arena de playa, de las dunas que borran mi pasado asentándose sobre éste y nublan mi futuro sin si quiera pretenderlo. Y permito que el mar me golpeé una y otra vez, confundiéndome con las oscuras rocas. Cuando me percato del endurecimiento de mi piel recubierta de costras calcáreas, algo dentro de mí se remueve y, pataleando como un crío, se abre paso dificultosamente entre mis entrañas y se aferra a mi garganta, anudándola e hinchando mis ojos congelados. Las lágrimas afloran con un grito ansioso por expulsar eso que causa mi desdicha, mis ansias por ser más fuerte y... más dura.

Entonces decido olvidarme de dichos pretenciosos deseos sin principio ni fin, y me sumerjo en el mar, y me deshago de la dura sal, de la fina arena, me despido del viento
y me dejo llevar por la marea.

3 comentarios:

  1. No words!
    Te lo juro, me has dejado boquiabierta. Me ha recorrido un escalofrío.
    Dios, Dios, es que me encanta!
    Después de esto, como se te ocurra volver a decir que escribes mal... TE MATO!

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  2. me encanta!!! sigue escribiendo asiii

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